Meditación dinamica

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Hace ya bastante tiempo, uno de mis maestros me explicó cómo un día acudió eufórico a ver al que era su maestro y le dijo:

– ¡Maestro, maestro. Hoy he conseguido meditar durante una hora seguida!

A lo que su maestro, sin inmutarse lo más mínimo, respondió:

– ¡Fantástico! Una hora despierto y 23 dormido.

Estaba leyendo hace poco El libro tibetano de la vida y la muerte, de Sogyal Rimpoché, y me he vuelto a encontrar, una vez más, con una descripción con todo lujo de detalles de cómo meditar (aunque no es esta la finalidad del libro), las diferentes posturas que se pueden adoptar, cómo respirar, trucos para silenciar la mente, etc. A mí personalmente, me resulta muy curiosa la forma en que los budistas, que proponen el desapego de todo cómo forma de alcanzar la verdadera libertad, se aferran a la práctica de la meditación “estática” durante toda su vida.

Es muy fácil que debido a nuestro constante “ruido mental” la vida se convierta en algo que pasa en nuestro entorno mientras nosotros estamos ocupados en otras cosas. Paradójicamente también podría darse el caso de que la vida pase por nuestro lado, sin que nos demos cuenta, mientras nosotros estamos ocupados meditando en un rincón apartado.

En la sociedad occidental con nuestro frenético ritmo de vida que nos lleva a toda prisa hacia un objetivo que no siempre esta muy claro, es difícil encontrar unos minutos al día, no digamos ya unas horas, para sentarse en silencio y “traer la mente de vuelta a casa” cómo dice Sogyal.

Pienso que conseguir el estado del Budha (dicho así suena cómo muy rimbombante, lo que le da un aire muy místico que lo hace parecer cómo un objetivo aun más inalcanzable para los simples mortales), en realidad no es alcanzar la iluminación ni nada por el estilo, es simplemente hacer un “reset”, es decir, devolver la mente al estado original que tenía el día nacimos, cuando tan solo teníamos necesidades reales y básicas, no teníamos preocupaciones ni prejuicios y percibíamos las cosas por primera vez tal cómo son en realidad, sorprendiéndonos por todo. Henry David Thoureau en su edad adulta se lamentaba con insistencia de; “no ser tan sabio como el día en que nací”

Esto se puede conseguir con la meditación estática, después de años de practica en nuestro rincón favorito, o con la meditación dinámica, que consiste en realizar cualquier actividad cotidiana con conciencia plena, viviendo el “aquí y ahora”.

Es muy curioso que pensemos en el estado mental alterado que tenemos la inmensa mayoría, en el que los pensamientos fluyen a su antojo sin ningún control, cómo lo “normal” y que concibamos el estado de quietud mental cómo algo solo al alcance de unos pocos privilegiados que lo han conseguido con grandes esfuerzos y sacrificios, cuando en realidad es al revés. El estado de quietud mental es el estado normal de la mente, al desorden mental se llega tras un aprendizaje de años, en el que hemos ido añadiendo cosas en su inmensa mayoría superfluas e innecesarias, cómo los archivos que se van acumulando en el disco duro de nuestro ordenador personal y que lo hacen cada vez más lento e ineficaz.

Esta claro que el único tiempo material que podemos vivir plenamente es el presente, aunque no me parece muy saludable obsesionarse demasiado con esto (de hecho no es saludable obsesionarse con nada), ya que también es lógico y necesario que hagamos alguna “excursión” mental al pasado o al futuro de vez en cuando. Para vivir en el presente al 100 % seria necesario tener memoria de pez. En nuestro pasado encontraremos las “herramientas” que nos permitirán afrontar con éxito los retos del presente y planificando el futuro montaremos las estrategias que nos ayudaran alcanzar nuestras metas. Esto, evidentemente, es útil y necesario, lo que no tiene ningún tipo de lógica ni es útil es consumir un tiempo precioso de nuestra vida (solo tenemos una) quedándonos atascados en pensamientos que no nos llevan a ningún sitio, tanto si se refieren al pasado cómo al futuro.

La película El guerrero pacifico es un buen ejemplo de lo que seria la meditación dinámica. Cuenta la historia, basada en hechos reales, de un atleta, Dan Millman,  y de cómo cambia su vida, que él percibía cómo perfecta, tras su encuentro con un maestro, Sócrates, que se cruza en su camino por casualidad.

Lo que nos hace perfectos es aceptar sin condiciones nuestras imperfecciones.

Ferran Rodríguez.
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