
«Siempre buscando el equilibrio»
Como tenía que nacer en algún sitio, lo hice en Barcelona porque en ese momento no quedaban plazas libres en ningún pueblecito de alta montaña.
Cuando finalicé la educación básica estudié delineación industrial, aunque nunca llegué a trabajar como delineante. Tras pasar un año jugando a los soldaditos inicie estudios de mecánica industrial, que no llegue a terminar, y al poco tiempo ya estaba trabajando como tornero y fresador.
Después de cinco años fabricando herramientas de corte, empecé a trabajar en una empresa de calderería, donde la principal actividad era la soldadura. Aquel trabajo acabó afectando a mi salud de forma muy negativa, tanto física como emocionalmente. Todo mi sistema respiratorio empezó a resentirse después de varios años respirando humos.
Una vez superadas un par de bronquitis agudas, empecé a auto medicarme con antibióticos cada vez que tenía molestias en la garganta. Además, sufría frecuentes dolores de cabeza cada vez más intensos por lo que ingería analgésicos en dosis cada vez mayores. Consumía las cajas de ibuprofeno como si fuesen gominolas. Llegó un momento en el que la medicina convencional ya no me aportaba una solución aceptable para mis molestias físicas y empecé a buscar alternativas.
Cerca de casa había un centro de terapias naturales en el que entré impulsado por la curiosidad. La terapeuta, naturópata y reflexóloga podal, mirando el iris de mis ojos me diagnosticó que estaba muy bajo de defensas y me recomendó tomar comprimidos de plantas para mejorar mi sistema inmune. ¡Vaya, qué curioso planteamiento! potenciar mi sistema inmune para que mi cuerpo se recupere por sí mismo en vez de tomar antibióticos que “solucionen” el problema rápidamente.
Tras esta experiencia comprendí que efectivamente había alternativas más lógicas para cuidarme sin necesidad de deteriorar aún más mi salud atiborrándome de productos químicos.
En el año 2007 un amigo abrió una tienda de productos naturales. El local tenía una pequeña habitación que no utilizaba y me comentó su intención de hacer algún tipo de terapia en ella. En aquella época la empresa en la que yo trabajaba no atravesaba su mejor momento y como necesitaba un cambio urgente en mi vida pensé que tal vez podría ser yo el que hiciese un buen uso de la sala.
Estudié shiatsu Namikoshi, básicamente porque en aquella época yo tenía un poco de “japonesitis” y además la escuela estaba al lado de casa. Tras las primeras clases estaba totalmente convencido de poder tratar cualquier tipo de dolencia gracias al shiatsu.
Tras un año de prácticas con mis compañeros, empecé a trabajar con pacientes reales en la clínica de la escuela y me di de bruces con la cruda realidad. En muchas ocasiones mis pacientes tenían problemas que yo no tenía ni idea de cómo solucionar. Las buenas intenciones no son suficientes si no están acompañadas de una sólida base teórica y años de práctica, por lo que decidí ampliar los conocimientos de medicina tradicional china que aprendí en la escuela de shiatsu estudiando acupuntura. Poco a poco fui ampliando mis recursos con técnicas cómo la PNL, la terapia cráneo sacral y la técnica Mitchell.
Empecé a interesarme por la relación existente entre la posición corporal y las emociones gracias a una frase que dijo Alex, mi profesor de PNL, a uno de mis compañeros refiriéndose a mí, “mientras esté en esa posición no aprenderá nada” y que a mí me costó años entender. Esto me hizo leer todo lo que caía en mis manos acerca de los diferentes métodos de corrección postural – el método Mézières y algunos de sus derivados; método Busquet, RPG, método GDS.
Aunque sin duda el gran salto cualitativo en la evolución de mi técnica se produjo cuando descubrí el Rolfing a través de los libros y videos de Art Riggs y Tom Myers. Por fin todo empezaba a encajar y tener sentido para mí.
Mi formación como delineante y mecánico, unidos a mis conocimientos de anatomía, fisiología y artes marciales, me han sido de gran ayuda para comprender la biomecánica del cuerpo humano. Me gusta decir que ahora soy “mecánico de personas” y pienso en el cuerpo humano como un conjunto de soportes, ejes, poleas, tirantes y tensores que se interrelacionan entre sí, para formar un todo indivisible.
Tras años de práctica terapéutica y de una constante revisión de mi trabajo he acabado tan desencantado de la medicina convencional como de la mayoría de las llamadas terapias alternativas, por lo que he acabado desarrollando mi propia técnica, la inducción del tejido profundo, orientada a conseguir el máximo de resultados en el mínimo tiempo. Alargar la terapia innecesariamente, me parece una grave falta de honestidad profesional y una lamentable pérdida de tiempo tanto para mí cómo para el paciente.
Ahora, con la sabia ignorancia de mi segunda juventud, sigo aprendiendo un poco más cada día, tanto de mis pacientes como de mi propio proceso de desarrollo personal, para aplicarlo en mi práctica clínica con lógica y sentido común, sin dejarme llevar por dogmatismos.